Prosiguiendo con su indagación en forma de fragmentos y aforismos de los grandes temas que acucian al ser humano de todos los tiempos (que, hasta la fecha, se ha traducido, entre otros, en los libros La ignorancia, La diversión, La soledad o El sexo), Emilio López Medina aborda uno de los que, desde Cicerón, ha acompañado la reflexión acerca del sentido de la existencia: el de la decadencia física y mental de la persona al aproximarse el momento de la muerte. Este tránsito, más o menos lacerante según los casos, suscita una interrogación extrema y radical en torno a la consistencia (o no) de nuestros propósitos, convicciones y aun percepciones, presentes y pasadas. Ante la perspectiva del final, es el individuo, en su soledad esencial, el que debe contestar a la esfinge pavorosa que le inquiere si la vida tiene o no sentido, y si habría sido preferible (como algunos han sostenido) que el hombre feliz es aquel que no ha nacido.