En la Campiña del Salazar, una zona de recreo a las afueras de Madrid, un paseante aficionado a la fotografía se topa con un cadáver colgado de la rama de un árbol. Aterrorizado, huye de la zona e informa a la Policía Nacional del macabro hallazgo. A partir de este momento todo el dispositivo policial se pone en marcha. El inspector jefe de la policía, Sebastián Villarta, y el subinspector Félix Ledesma trabajan a contrarreloj para atrapar al depredador criminal, parece claro, tras los estudios forenses y las pistas que ha dejado el asesino en la víctima, que el psicópata volverá a actuar. Unos dibujos muy significativos en las plantas de los pies alertan de la continuidad de tan horrible pesadilla. El comisario Gutiérrez -que solo busca la gloria en forma de galones- presiona a sus dos mejores hombres para que la caza termine cuanto antes con éxito. Villarta y Ledesma arrastran sus problemas personales mientras investigan a los sospechosos. Tras algunos avances en la peliaguda investigación, creen estar a punto de cerrar el cerco. No es así. A Sebastián y a Félix les esperan grandes sorpresas, ellos también están dentro de un pasatiempo, letal y macabro, diseñado durante mucho tiempo...