Se quiebran las cortezas de las bestias y en la intemperie crujen como escombros. Justo ahí afloran versos que piden tumbas y poemas que enceguecen las fracturas del cielo. Solo así es posible que nuestros tumores vomiten pulmones de arroyuelos y azucenas. Lo demás es solo / separación del hueso / y de la carne. No. No es fácil palpar en la corteza del ser humano y menos aún arrancarle lo que oculta detrás de esa costra de cipreses. No conviene profanar la soledad de su barbarie. Su recinto de heridas es sagrado. Hurgar en sus tinieblas, meter las uñas en el interior de sus llagas y hablar de frente con su dolor de bestia encadenada es más que un comienzo. La oscuridad está ahí, pero la luz respira en su sombra.
Read more