Este libro es una invitación a los padres y a los hijos, para que en esa difícil etapa de la adolescencia, sus relaciones sean consecuentes con el vínculo que les une, que sean cercanas, bienvenidas y bien humoradas, sin pretender que cada uno olvide su papel, sus rasgos, su libertad y su compromiso para mantener a la familia unida, apoyándose y queriéndose, todos sus miembros, desde los hijos hasta los abuelos. Sabemos que la adolescencia es una de las edades más difíciles, es un periodo de maduración y crecimiento en nuestro desarrollo, de paso entre la infancia y la edad adulta, que según especialistas en el tema, transcurre entre los once y los veinte años de edad, franja en la que pueden oscilar, esos parámetros, en las chicas y en los chicos. En la adolescencia llega la pubertad y con ella los cambio, en la en la voz, en la altura, en la fisonomía y aparecen caracteres sexuales por los cambios hormonales, que alteran el estado de ánimo y la conducta. A la vez, los adolescentes, empiezan a relacionarse socialmente de forma más activa, a confiar en amigos más que en los padres a los que ya no ven perfectos, sino con imperfecciones. Comienzan a organizar su actividad mental y a analizar y expresar sus opiniones; buscan sus propias experiencias aunque entrañen riesgo y alejamiento de las propuestas éticas familiares y sociales, lo que les puede causar hostilidad y rebeldía. El hijo o hija adolescente pide autosuficiencia, posicionar su ego, cercar y reafirmar su sitio, y lo pone en práctica presionando: dando portazos, elevando el tono de voz y expresando miradas condenatorias. Con estas actitudes pone a prueba a quienes le rodean, sobre todo a los congéneres que le limitan con normas para que no se pierda el objetivo que persiguen los padres, es decir que sus hijos sean hombres y mujeres de bien, con oficios, con formación suficiente para inculcarles ojo crítico de análisis ante los argumentos políticos y sociales que rigen en un país, y ante los que tendrán que elegir su destino...