Si te digo que me llamo Luis Araque y que acabo de resolver una cadena de crímenes, pensarás que soy uno más de los detectives de las novelas policiacas que proliferan estos días, pero no, no lo soy. De hecho no voy a poder siquiera denunciar todo esto antes de morir. Solo soy un ciclista de montaña aficionado, un profesor de secundaria mediocre y un padre de familia numerosa. Un personaje curioso, sobre todo teniendo en cuenta que estoy a punto de luchar contra un desconocido delante de decenas de personas que habrán apostado un montón de dinero a que mi rival me rompe la cara a puñetazos.
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