Lejos de esquematizar, reducir o escindir a los seres humanos con engañosas explicaciones dualistas, conductistas o materialistas, la nueva etología humana nos desvela la sorprendente extraordinaria complejidad y plasticidad de nuestro desarrollo y comportamiento. No se trata en absoluto de "extrapolar" el comportamiento animalá al del ser humano y, por tanto, humanizar al animal para anumalizar mejor al hombre, sino de identificar, en el punto de mayor semejanza, aquellas diferencias que hacen del ser humano una especie distinta a las demás: entre ellas, la adquisición del habla, un instrumento maravilloso que nos da un nuevo grado de libertad con respecto a las restricciones inmediatas impuestas por el mundo exterior.