El capitalismo realmente existente ha evolucionado hasta constituir hoy, en palabras de Samir Amin, el capitalismo de los monopolios generalizados. Un sistema que implosiona ante nuestros ojos, y que es visiblemente incapaz de superar sus cada vez mayores contradicciones internas. Incapaz de reformarse, está condenado a proseguir su loca carrera.
El sistema político que acompaña hoy al capitalismo contemporáneo es un sistema plutocrático. Un sistema que ha convertido a la democracia representativa en democracia de baja intensidad: uno es libre de votar a quien quiera, pero eso no tiene ninguna importancia, porque es el mercado y no el Parlamento quien toma realmente las decisiones. Un sistema que se ha acomodado a las formas de gestión autocráticas del poder y a las farsas electorales.
Estamos pues hoy ante un escenario de múltiples crisis (económica, ecológica, energética, democrático-institucional, etc.) que configuran una gran crisis del modelo de civilización (capitalista), cuya superación sólo puede concebirse mediante un paso adelante en el diseño de una sociedad más justa, menos desigual, más democrática, en la que el poder resida en el auténtico soberano: el pueblo.